En mi experiencia a lo largo de veinticinco años de carrera en la escena, he batallado y sigo batallando con la disolución de aquellas fricciones que identifico en el cuerpo (y por ende en la actuación) y que me indican que es posible fluir de un modo más sencillo, momento a momento. Esa sencillez, el mínimo esfuerzo en cada acción para lograr el máximo rendimiento, se ha convertido casi en una obsesión para mí a lo largo de los años. Gracias a otres maestres y a mis compañeres y alumnes, la obsesión se ha convertido en enfoque y en una especie de termómetro a la hora de valorar mi propia práctica como actriz, como directora y también como docente y coach, acompañando a cientos de actores y actrices en su desarrollo profesional y artístico.
Un día, el actor, dramaturgo y director Pablo Messiez preguntó a les participantes de su curso al que tuve el placer de asistir, qué era para nosotres actuar. Nos pidió que, tras haberlo descrito, lo resumiésemos en un solo verbo. No hizo falta. Mi primera respuesta, inmediata, era ya sintética y estaba formulada en un verbo. Al ver la palabra escrita sobre el papel mientras escuchaba las palabras de Pablo, un escalofrío placentero y motivador recorrió mi cuerpo con la certeza de que había dado en el clavo, de que aquella palabra me hacía vibrar: actuar, para mí, es canalizar. Simpáticamente pensé entonces que, de hecho, había canalizado la propia palabra ya que había surgido de mí sin esfuerzo ni preparación, impulsada por una fuerza que se había trasladado sin fricción, al papel.
A lo largo de los artículos, que prometo breves, de este blog, hablaré mucho de los obstáculos como estímulos de la acción. Aclaro pues que la fricción a la que me acabo de referir más arriba tiene que ver con las tensiones innecesarias, a las que se invitan solas. Anticipo también que, en realidad, lo que haremos será convertir esas mismas fricciones en abono para nuestra práctica, luego de reconocerlas e integrarlas, por lo que esta clasificación se disolverá también. La finalidad que acompaña todo el contenido que estáis a punto de leer, es lograr realizar cualquier cometido en escena con el mínimo esfuerzo logrando el mayor impacto posible en ella.
Es comprensible a partir de lo dicho, que el trabajo que propongo tenga mucho de placentero. Hay un mínimo esfuerzo que es estéril: ese es el que no logra impacto alguno. Y luego empieza el esfuerzo que va entre ese y el que genera bloqueo. Entre ambos está el esfuerzo placentero con el que me quiero involucrar. El placer es, sin duda, una de las bases de mi propuesta. A lo largo de los años he desarrollado una serie de herramientas para transmutar en goce fricciones habituales en la escena, a las cuales catalogaba como negativas. Las herramientas que comparto en este blog responden a este cambio de perspectiva: actuar con el mínimo esfuerzo y el máximo goce. Esta perspectiva ha hecho que encuentre cómplices en les intérpretes jóvenes, gracias al afortunado cambio de los tiempos, y también en les supervivientes de otras maneras de hacer. La mano dura ha pasado a la historia. La búsqueda del placer, del goce, del juego, no está reñida con la exigencia profesional, pero esa exigencia no se dirige hacia la persona, como si esta fuera un bloque responsable (o peor aún, culpable), sino al hecho escénico que se estudia en cada momento. La persona actuante, y si es el caso, la compañía, es quien posee el potencial de resolver el hecho, situándose ante este de uno u otro modo. La precisión, la exigencia se centra en la calidad de observación, en el estado de atención, pero el resultado en sí nunca es exigible porque es impredecible. Al no existir una solución ni única ni superior a una fricción determinada, cualesquiera soluciones que disminuyan la fricción, son deontológicamente superiores y, por tanto, válidas. Afortunadamente, estas reflexiones resultan obvias para muchas de las personas que estaréis leyendo esto; confieso humildemente que, para mí, suponen un hallazgo.
Estos años me han permitido tener la fortuna de encontrar a maestres y compañeres de profesión con les que he podido experimentar que es posible acompañar, permitir, facilitar, sin orientar a resultados, celebrando cada descubrimiento individual como el hallazgo colectivo que es. Como me he obligado a no dedicar más de una página a cada artículo de este blog, les que me conocen saben que me cuesta sintetizar, terminaré esta introducción dándoles las gracias de corazón a elles y a todes les que tengáis interés en acompañarme en el camino a partir de ahora.