Otro gran terreno de juego que puede superponerse al juego dramático en una pieza teatral de texto tiene que ver con la forma del texto en sí mismo. La forma del texto puede aplicarse a cualquier conflicto dramático o no, añadiéndole otro nivel de juego que resonará con el resto de un modo específico.
En primer lugar, distinguiré tres formas textuales que tienen que ver con el objeto predominante al que interpelan, estas son: lírica, drama y épica. Diremos que, en la forma lírica, el texto está escrito principalmente en primera persona, apela al yo, su objeto sería pues, el sí mismo. Si el texto está escrito en forma dialogada, es decir, predominantemente en segunda persona, diremos que se trata de una forma dramática en cuanto al objeto y que dicho objeto es el tú. Por último, si el texto tiene como predominante la tercera persona, diremos que es un texto con forma épica.
Quiero desarrollar ahora algunas implicaciones de la forma del texto en cuanto a rol del espectador, de la audiencia. La forma lírica, apela a la primera persona del intérprete e invita a la audiencia a llevar la mirada hacia sí misma. Podemos pensar en un recital de poesía, claro ejemplo de un acto teatral en el cual podemos imaginar a todo un público atento con los ojos cerrados. La forma dialogada, la que apela al tú, a la segunda persona, que como hemos mencionado es la más habitual en el juego dramático y suele asociarse a este, pone el acento en la interacción, en la proyección sobre el otro. Esta forma invita al espectador a situarse fuera de la acción, y a observar la interacción entre personajes, como por el ojo de la cerradura. Por último, la forma épica será aquella en la que predomine la tercera persona, se invita a intérpretes y público a prestar atención a hechos pasados, presentes o futuros que afectan a terceras personas más o menos alejadas de la comunidad, de ese modo, la compañía y el público comparten una distancia respecto a lo narrado, se hacen presentes en ese espacio compartido y se disuelve con más facilidad la frontera entre escena y patio de butacas.
Por último, sobre estas formas textuales principales se despliegan muchas otras formas específicas que tienen que ver con la forma en que cada autor o autora indica las reglas empleadas en cuanto la forma de cada pieza, dándole un determinado tratamiento a la puntuación o a la ausencia de ella, a la expresión de género, a la distribución y a la denominación de las réplicas si las hay, al uso de las mayúsculas, a los espacios, a las didascalias, y un larguísimo etcétera.
Las combinaciones entre el tipo de juego teatral y sus formas de expresión textual pues, son múltiples. En las dramaturgias contemporáneas en particular, mediante la superposición de juegos del espacio-tiempo, formas textuales y otros niveles formales como géneros, estilos y otros juegos citados en este bloque, cada pieza se construye con un lenguaje teatral propio que resuena sobre su contenido conforme a la sensibilidad ética y estética de cada artista. Por ello, de cara a la práctica actoral profesional, me parece más oportuno hablar de un sistema o marco de comprensión de los lenguajes teatrales y de una caja de herramientas actorales para articularlos, que de una técnica interpretativa en sentido estricto.